LOS DERECHOS DEL LECTOR

En 2009 se lanzó una campaña en Francia para animar a la lectura. Este cartel se colgó -todavía sigue vigente- en colegios, bibliotecas, casas... Los dibujos están realizados por Quentin Blake.
En el 1992 la editorial Gallimard lanzó “Como una novela” (Comme un roman) un libro que fue reconocido por toda la crítica europea, escrito por el francés Daniel Pennac.

En su experiencia como docente Pennac llegó a la conclusión que para hacer nuevos lectores no hay que obligar al niño a leer lecturas aburridas, sino contagiarle el amor por la lectura.
¿Por qué la mayoría de los lectores suelen haber tenido unos padres también lectores?
Es más importante entusiasmar al alumno para que comience a leer por puro placer, que pasarse todo un curso machacándolo con lecturas obligatorias o tildándole de buen o mal estudiante.
 
Los Derechos imprescindibles del lector: 

1. Derecho a no leer

2. El derecho a saltarse las páginas

3. El derecho a no terminar el libro

4. El derecho a releer

5. El derecho a leer cualquier cosa

6. El derecho al bovarismo (1)

7. El derecho a leer en cualquier lugar

8. El derecho a hojear

9. El derecho a leer en voz alta

10. El derecho a callarnos.
(1) Término alusivo a Madame Bovary, la protagonista de la novela homónima de Flaubert, lectora compulsiva y apasionada de novelas románticas.)
Evidentemente, los derechos del lector pueden ser más, pero Pennac se limita al número 10 por hacer una comparación irónica, en negativo, con los Diez Mandamientos. En la lista, como vemos, el principio y la ley que predomina es la libertad. Porque la libertad ha de estar por encima de todo: hemos de poder leer lo que queramos, donde queramos, como queramos, cuando queramos y cuanto queramos. No está hecho el mundo para perder el tiempo.
Por lo tanto, para animar a leer lo primero que hay que dejar claro es que tenemos el derecho de leer a nuestro entero gusto. Además, también queda claro que para leer bien a los clásicos y disfrutarlos plenamente, antes hay que leer muchas otras cosas más sencillas que nos vayan abriendo el apetito y la mente. Así, más tarde, ya formados como lectores con criterio, nos darán rabia las lecturas apresuradas y superficiales, nos sublevaremos ante los textos mal escritos y no permitiremos que nos engañen con mala literatura, con historias planas y huecas que no nos aportan nada significativo, ni siquiera auténtica y gozosa satisfacción.
De todos modos, me parece que la lista está incompleta. ¿Qué otros derechos como lectores nos asisten? ¿Quién se atreve a continuar enumerando? Se admiten sugerencias.

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