Fuente: Huffintong Post
Emmeline Pankhurst detenida frente al Palacio de Buckingham. Londres, 1914
WIKIPEDIA
Mayo de 1914. Seguramente ese policía británico, fortachón y bigotudo, colgó esta imagen en el salón de su casa como un trofeo. La mujer que llevaba en volandas,
Emmeline Pankhurst, era pieza de caza mayor: la fundadora de la WSPU (Unión Social y Política Femenina), la cara de un
movimiento sufragista que ante la indiferencia de los hombres a las palabras había decidido pasar a la acción. Probaron toda forma de protesta: hicieron escraches, se encadenaron ante la residencia del primer ministro y en las verjas del Buckingham Palace, organizaron multitudinarias manifestaciones, se declararon en huelga de hambre cuando fueron encarceladas… Estas mujeres
metomentodo, para las que la lengua española acuñó la palabra
marimacho cuando ni se imaginaba el sufragismo, no se conformaban con poder estudiar y trabajar, ni querían que los hombres les cambiasen el mundo sino que reclamaban participar en su transformación votando. Emmeline se lo dejó claro al juez tras una de sus detenciones: “No deseamos vulnerar las leyes, sólo queremos hacerlas”. Algo semejante a lo que Clara Campoamor dijo a los constituyentes de la II República: “No podéis venir a legislar sobre la mujer fuera de nosotras, no podéis hacer una democracia con la mitad de los ciudadanos”.
La lucha de Emmeline Pankhurst fue ejemplo para las mujeres inglesas y acicate para las pioneras sufragistas norteamericanas y para las ciudadanas de los países del Imperio Británico. Y su gen rebelde lo heredaron sus hijas Christabel y Sylvia, que la acompañaron en la protesta y la mantuvieron cuando las fuerzas de la madre fueron menguando. Murió en 1928, el mismo año en que se reconoció a las mujeres británicas el derecho al voto sin ningún tipo de limitación. Su vida no había sido en balde. Quizás entonces ese policía británico descolgó de la pared esa fotografía que ya sólo simbolizaba una represión brutal e irracional que únicamente había conseguido posponer lo inevitable. Del nombre del agente y de sus dos encorbatados acompañantes no tenemos noticia. El de Emmeline Pankhurst quedó para siempre en la historia.
Isaías Lafuente. Periodista
Malala Yousafzai, tiroteada por defender el derecho de las niñas a la educación en Pakistán en 2012
REUTERS
La escuela es el primer peldaño en el acceso a la educación. No solo es el lugar donde se aprende, sino que ahí se enseña a pensar, se cuajan amistades y se interacciona en igualdad.
A Malala intentaron matarla para escarmentar en ella a todas las niñas que intentan saber y pensar por su cuenta, para evitar que luego se conviertan en mujeres libres y activas, menos propicias a la subordinación y al fanatismo. Todos los que hemos visto de cerca las barreras al pensamiento que se alzan antes de llegar a las aulas, en las aulas, y, más tarde, en los contenidos de la educación y en los temas propiciados o abandonados por la investigación, nos sentimos identificados con Malala. Le damos las gracias, le deseamos suerte en la vida y le ofrecemos nuestro apoyo.
A Malala le dediqué publicamente, en junio del año pasado, mi
doctorado honoris causa por la Universidad de Granada. A ella y a la multitud de heroínas anónimas que, como ella, lucharon por el derecho a la educación, le debemos hoy todos los otros derechos que sin una educación compartida nunca hubiéramos conseguido.
María Ángeles Durán. Catedrática de Sociología y profesora, CSIC
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