21 de MARZO: Día Internacional de la POESÍA


Hoy día 21 de marzo se celebra el Día Mundial de la Poesía, un momento especial para seguir recordando que el mundo de los versos está al alcance de todos, sin edad, sin condición académica y abierta a todo tipo de gustos y preferencias, la poesía se presenta así, desnuda y transparente, dispuesta a satisfacer con su lenguaje lleno de matices hermosos y giros inesperados.

PARA CELEBRARLO AQUÍ TENÉIS UN PRECIOSO POEMA DE MICHAEL ENDE
El Dragón y la Mariposa 

En un oscuro torreón
vivía en tiempos un dragón,

que Plácido se llamaba
y todo lo destrozaba:
lleno de pinchos y malas artes
escupía fuego por todas partes.

Pero un día vino un profesor
con un libraco, y sin temor
al fiero dragón se acercó,
y de cabo a rabo lo examinó.
Midió al bicho con interés:
¡treinta metros de largo es!

Ingrato, el monstruo se tragó
el metro, y al que lo midió.
No le dolió su mala acción,
pues bien le supo al muy glotón.

Pero el libro se le empachó
y una indigestión le dio,
y vomitó con desagrado
a sabio y libro antes tragado.

El sabio sus gafas agarró
y se marchó sin un adiós.
Mas, ¡mira!, el libro se ha dejado
a mala idea u olvidado.

El dragón se puso a leer,
¡nunca lo hubiera debido hacer!
pues apenas el libro abrió,
su nombre escrito se encontró
y conoció el significado
de un nombre tan inapropiado.
“Plácido”: manso y apacible,
dulce, tranquilo, muy sensible.

Gritó el dragón el alma en vilo.
“¡Yo no soy dulce ni tranquilo!”
Y para demostrarnos lo contrario,
rompió en seguida el diccionario.
Y se pasó quinientos días
haciendo mil y una fechorías.

Pero aunque trágico le pareciera,
Plácido su nombre era.
Enfermó de la tristeza,
¡le dolía la cabeza!
En la cama se metió
Y ya nunca más salió.

Sobre la hierba frondosa
danzaba una mariposa.
Se llamaba Bárbara, y como ves,
es dulce, bella y muy cortés.
Bailaba el vals que era un primor
revoloteando de flor en flor.

Tan delicada y tan sensible
que cualquier ruido era insufrible.
Nunca podía dormir la siesta
con aquella autopista tan molesta,
y, corrió a buscar por eso
sosiego en un bosque espeso.

Apenas se hubo instalado
zumbó un abejorro a su lado.
“¡Bárbaro!, dijo ella, “¡ruidoso!,
me estás estorbando el reposo”.
Zumbó el abejorro: ¡Buuu,
la única “Bárbara” eres tú!
Bárbara perdió el color:
“¡Cielos, mi nombre es un horror!”

Ya nunca más volvió a bailar,
y de puntillas se puso a andar;
pero con eso nada consiguió
pues su nombre tampoco varió.
Decidió, desesperada,
vivir sola y retirada
y en el desierto y en soledad
expiar su “barbaridad”.

Pero un día una serpiente
pasó en zig-zag por allí enfrente:
“Qué risa me da”, le contó,
“a un dragón conozco yo
que se ha metido en la cama
porque Plácido se llama.
Y ahora te encuentro a ti.
Ja, ja la vida es así.”
Guiñó un ojo insinuante
y de allí se fue reptante.

Ella conservó en su mente
lo que dijo la serpiente.
Tras doce días de reflexión,
gritó: “Hallé la solución.”

Y con ligero equipaje
emprendió su largo viaje
hasta llegar, de un tirón,
a la torre del dragón.

Blancos huesos había en la entrada
y ella llamó muy asustada.
Entró por fin al torreón
y en la cama halló al dragón
quejándose a voz en grito;
mas ella le habló bajito:
“Sé qué es lo que te enfermó,
pues Bárbara me llamo yo.
¿Cambiamos ya que son nuestros
esos nombres tan mal puesto?

Al pronto, él no la entendió,
pero al rato se aclaró,
y le estrechó entusiasmado,
la mano (¡con gran cuidado!).
Y muy contentos, en suma,
cogieron papel y pluma,
y por escrito dejaron
el acuerdo que tomaron.

Se fue contenta y gozosa
Plácida la mariposa,
y Bárbaro, el fiero dragón,
la despidió con emoción.

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