LA VACA LLORONA (Lectura del día)
LA VACA LLORONA
La vaca está triste,
Muge lastimera,
Ni duerme, ni bebe
Ni pasta en la hierba.
La vaca está triste,
Porque a su chotito
Se lo han llevado
Los carniceros
Al mercado.
Está tan delgada,
La vaca de Elena
Que en vez de dar leche,
Da pena.
(Gloria Fuertes)
CANGURA PARA TODO
(Fragmento)
Sonó el timbre.
El señor abrió la puerta.
La escalera estaba muy oscura.
Alguien, con un pañuelo atado a la cabeza,
el entregó una tarjeta que decía:
"Se ofrece cangura muy domesticada
para doméstica".
-Pase, por favor; llevamos un mes como locos sin niñera ni cocinera.
Siéntese.
El señor abrió de par en par la ventana y de par en par los ojos.
Ante él tenía un canguro imponente.
-¡Pero bueno! ¿Pero como? ¿Pero cómo ha llegado usted aquí?
-Pues saltando, saltando, un día di un salto tan grande
que me salté el mar.
-¡Clo! ¡Clo!- el señor parecía que iba a poner un huevo,
pero era que llamaba a su esposa,
que se llamaba Dulce Mariana Clotilde del Carmen, pero él,
para abreviar, la llamaba Clo.
Apareció Clo y desapareció al mismo tiempo gritando:
-¡Dios mío, hay un canguro en el sofá! ¡Un canguro!
-Cangura, señora, cangura, soy niña- aclaró el animalito
estrando sus orejas y lamiéndose las manos.
-¡ven, Clo! Ten confianza...
Volvió a aparecer Clo muerta de asombro.
-Mírala bien, parece limpia y espabilada,
además a los niños les gustará. Yo creo que conviene
que se quede en casa.
Clo, la señora, miraba a la cangura de reojo, tragando saliva...
¿Cuál es su nombre?- preguntó por preguntarle algo.
-Marsupiana, para servirles.
Y la cangura se quedó en casa para servirles.
Sonó el timbre.
El señor abrió la puerta.
La escalera estaba muy oscura.
Alguien, con un pañuelo atado a la cabeza,
el entregó una tarjeta que decía:
"Se ofrece cangura muy domesticada
para doméstica".
-Pase, por favor; llevamos un mes como locos sin niñera ni cocinera.
Siéntese.
El señor abrió de par en par la ventana y de par en par los ojos.
Ante él tenía un canguro imponente.
-¡Pero bueno! ¿Pero como? ¿Pero cómo ha llegado usted aquí?
-Pues saltando, saltando, un día di un salto tan grande
que me salté el mar.
-¡Clo! ¡Clo!- el señor parecía que iba a poner un huevo,
pero era que llamaba a su esposa,
que se llamaba Dulce Mariana Clotilde del Carmen, pero él,
para abreviar, la llamaba Clo.
Apareció Clo y desapareció al mismo tiempo gritando:
-¡Dios mío, hay un canguro en el sofá! ¡Un canguro!
-Cangura, señora, cangura, soy niña- aclaró el animalito
estrando sus orejas y lamiéndose las manos.
-¡ven, Clo! Ten confianza...
Volvió a aparecer Clo muerta de asombro.
-Mírala bien, parece limpia y espabilada,
además a los niños les gustará. Yo creo que conviene
que se quede en casa.
Clo, la señora, miraba a la cangura de reojo, tragando saliva...
¿Cuál es su nombre?- preguntó por preguntarle algo.
-Marsupiana, para servirles.
Y la cangura se quedó en casa para servirles.
(Gloria Fuertes)
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