jueves, 22 de octubre de 2015

INTRODUCCIÓN

La primera vez que este cuento-secreto se contó lo hizo el Padre Luis Coloma (1851-1915), miembro de la Real Academia Española desde 1908. Desde Palacio pidieron al padre Coloma que contará un cuento cuando a Alfonso XIII, que era el abuelo de nuestro ahora rey, se le cayó un con la edad de 8 años.
Hoy os dejamos  la versión de Ana Serna – Vara con ilustraciones de Margarita Menéndez, (ahhhhh, por cierto la autora de este libro además de escritora, trabaja como directora de un colegio de Infantil y Primaria  en Madrid)
El Ratoncito Pérez de Ana Serna Vara

El ratoncito Pérez es, ha sido y será el personaje más popular en la vida de los niños y las niñas de todos los tiempos.
Recoge cada noche los dientes de leche caídos y los cambia por regalos. Pero…,
¿sabéis por qué el ratoncito Pérez empezó esa extraña y divertida costumbre?
¡En este libro lo descubriréis!
Al ratoncito Pérez le encanta deslizarse, de día y de noche, por el pasamanos de la escalera que conduce al sótano.
¡Mi diente!
¡Plom, plum, plam, plim, plum!
¡Mi diente!
¡Un ratón que se precie no puede vivir sin dientes!
¡Cacaraca!
–    Doña Gallina, ¿puede darme uno de sus dientes? – preguntó el ratoncito.
–    ¡Cuánto lo siento! ¡Las gallinas no tenemos dientes! Pero puedo darte esta piruleta.
Y, cacareando, se fue con él.
–    Señor Burro, ¿puede darme uno de sus dientes? – preguntó de nuevo el ratoncito.
–    ¡Lamento decirte que los burros viejecitos ya no tenemos dientes! Pero puedo darte este globo tan bonito.
Y, rebuznando, se fue con él.
–     Señor Árbol, ¿me puede dar uno de sus dientes?
–    ¡Cuánto lo siento, ratoncito Pérez! Los árboles tenemos ramas, hojas, incluso flores… ¡pero no tenemos dientes! Sin embargo, te daré esta rica nuez.
Y respirando, respirando, se fue con él.
–   Señora Rana, ¿podría darme uno de sus dientes?
–   ¿Dientes yo? ¡qué bobada! Las ranas tenemos una hermosa y larga lengua, ¡pero no tenemos dientes! ¡Toma, te daré este yoyó tan divertido! Y, saltando, se fue con él.
–    Señor cerdo, ¿sería tan amable de darme uno de sus dientes?
–   ¿Mis dientes? ¿Has dicho uno de mis preciosos dientes? ¡Ni hablar! ¿Cómo comería yo mi rica comidita? Lo que sí haré es darte esta moneda.
Y, gruñendo, se marchó con él.
–    Señor Búho, ¿me puede dar uno de sus dientes?
–   Estimado ratoncito Pérez, ¡las aves no tenemos dientes! Pero te puedo decir cómo conseguirlos. ¡Pregúntale a la Luna!
Y se fue en busca de la Luna.
–    Señora Luna, ¿dónde puedo encontrar un diente?
–     No grites tanto. Aunque esté lejos, puedo oírte perfectamente. ¡Sígueme, te conduciré a casa de Blas, al que hoy se le ha caído un diente!
Y el ratoncito Pérez siguió ala Luna.
El ratoncito Pérez, la gallina, el burro, el árbol, el cerdo y la rana suben sin hacer ruido, uno tras otro, la larga escalera.
El ratoncito Pérez entra muy despacito en la habitación donde se encuentra Blas profundamente dormido.
¡Por fin, allí, debajo de la almohada, encuentra el tan deseado diente!
¡Cuántos regalos!
El ratoncito Pérez coge con sumo cuidado el diente de Blas y, junto a su cama, le deja un montón de regalos: la piruleta, el globo, la nuez, el yoyó y la moneda.
Y para celebrarlo, el ratoncito Pérez, ahora ya muy sonriente con su diente, organiza una gran fiesta, a la que están invitados la gallina, el burro, el árbol, el cerdo, la rana, el búho y, por supuesto, la Luna.
Desde entonces, el ratoncito Pérez ya puede volver a deslizarse por el pasamanos de la escalera y hacer todas las locuras que se le ocurren, porque cuando él o cualquiera de sus amigos necesitan un diente, acuden a casa del niño al que se le haya caído ese día y se lo llevan… a cambio de un precioso regalo.
FIN

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